LABEKO ATEA

Overview

LABEKO ATEA es una puerta sensorial hacia un mundo casi olvidado: el de las minas, el hierro y el fuego que emergía de la tierra.

La instalación propone un tránsito emocional hacia la atmósfera de los antiguos altos hornos, un homenaje a quienes transformaron esta tierra con la fuerza de sus manos y el pulso ardiente de las fraguas.

Luz, sonido y agua nebulizada construyen un umbral que conecta presente y memoria: un pasaje vibrante que recupera la intensidad, el calor y la identidad industrial de este territorio.

Concepto / Narrativa

LABEKO ATEA reinterpreta el acceso simbólico a los altos hornos: una entrada entre la sombra y el resplandor del metal incandescente.

La pieza convoca el estruendo rítmico de los yunques, la respiración del vapor y la luz que brotaba del hierro al rojo vivo.

El visitante atraviesa una cortina de agua nebulizada que sostiene imágenes en suspensión: fuego, metal líquido, fracturas y destellos que se abren y se cierran con el movimiento.

Un tránsito hacia vivencias y sensaciones que definieron la historia de esta tierra.

Overview

Experiencia / Tecnología / Sonido

El público avanza a través de una superficie de agua nebulizada que sostiene imágenes de fuego en suspensión.

El contacto del cuerpo con la cortina altera la proyección y genera un efecto envolvente: el visitante literalmente atraviesa la imagen.

La luz rojiza y las barras lumínicas delimitan el camino como brasas que iluminan el paso.

Una banda sonora original, inspirada en el ritmo de las fraguas y el pulso del hierro, acompaña la experiencia: golpes metálicos, bajas frecuencias, tambores industriales y respiraciones de vapor.

Una atmósfera que rescata la memoria del esfuerzo humano y del fuego que marcó esta tierra.

Diseño / Escenografía / Materialidad

La instalación combina proyección audiovisual sobre agua nebulizada, estructuras metálicas y barras lumínicas para generar un arco de paso inspirado en la iconografía industrial.

La cortina de agua —fina, continua, casi invisible— actúa como pantalla viva: la imagen se fragmenta, vibra y se reconstituye con cada cuerpo que atraviesa la puerta.

Los elementos lumínicos en tonos ámbar y rojo construyen un corredor cálido y mineral, mientras las sombras proyectadas evocan cadenas, hornos y fraguas.

El resultado es un espacio que respira: un umbral líquido que recuerda la energía del hierro en transformación.

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